lunes, 5 de septiembre de 2011

Javier Jiménez, primera puerta grande en Calasparra con tres orejas

Novillada dura. Lo de Guadalest se movió pero no dio facilidades ni rompió a embestir en serio. Hubo dos o tres novillos bobos, pero muy bajos de raza y, el conjunto tuvo serias intenciones de herir. No fue novillada que atormentara por su volumen y seriedad. Pero sí para comerse la cabeza delante de ella y exponerle mucho.
Javier Jiménez partió la pana. Le cortó las dos orejas a su primer novillo, el más bonancible del encierro, con una superioridad impropia de un novillero y con la fibra propia de quien tiene hambre. Jiménez, pelo lacio y rubio a lo espartaco, tiró e ese novillo segundo con largura, temple y rotundidad con las dos manos. Con enfado. Con garra. 
No fue una faena exquisita pero sí de mucho calado y fondo. Engañó el novillo de Guadalest, pero sólo un poco. Porque el precioso salinero (colorado, muy moteado de pelo blanco) fue y vino y repitió porque se encontró siempre la muleta de un torero dispuesto y entregado, pero no tuvo verdadera voluntad de embestir. Caso claro de toro mejorado por su matador. La estocada definitiva puso en sus manos las dos orejas que premiaron una labor intensa y fundamentalmente decidida. 
La faena al quinto, sin posibilidad de tanto lucimiento, fue obra mayor. Por delante no fue nadie el de Guadalest (dos pitoncitos que no casaban con la corpulencia del novillo), pero sus ideas le convirtieron en enemigo peligroso. Embistió pegando taponazos, metiéndose por dentro mosqueando l torero y al personal. Un peligro tapado por la firmeza de un Javier Jiménez que expuso mucho y terminó pegando un muletazos largos, sobre todo por el lado izquierdo, imprevisibles de partida. Muy cruzado Jiménez, poniéndole la barriga y los muslos con gran decisión para terminar imponiéndose en una de las faenas de más mérito de cuantas se vayan a ver en la feria.
López Simón también aportó emoción a la tarde. Y capacidad. Sobre todo para romper hacia adelante al renuente tercer novillo y para exponer mucho ante el avisado sexto, el de más volumen y seriedad del encierro. El madrileño tiró con convicción de las embestidas cortas y dormidas de ese tercero y se la jugó para sufrir dos volteretas ante el imposible novillo que cerró plaza.
Ante ese derroche de voluntad y capacidad, Víctor Abad fue pura anécdota en una tarde en la que dos novilleros quisieron mucho y uno apenas pudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en este blog.
Al hacer tu comentario respeta a las personas e instituciones sobre las que escribirás.
Los comentarios que no se ajusten a lo anterior no serán publicados.