lunes, 11 de noviembre de 2013

Los arroceros de Hellín reivindican su hueco en Castilla-La Mancha

Cosecha de Arroz en el Río Mundo
Allí donde confluyen los ríos Mundo y Segura, al sur de la comarca Campos de Hellín, una veintena de arroceros trabajan hoy en la siega del arroz. Un producto que, pese a su calidad, lleva la marca de otra zona vecina: la murciana del ámbito de Calasparra y Moratalla. Los arroceros de Hellín continúan en la brecha de un oficio arduo y mal pagado esperando que algún día su arroz sea uno de los productos agroalimentarios seleccionados por Castilla-La Mancha.
La falta de un molino arrocero en la provincia les obliga a desplazar su mercancía a Valencia o Calasparra
"Yo estoy cansado de decirlo pero no se enteran: el arroz del valle de Agramón es incluso de mayor calidad que el cultivado en Calasparra", explica Miguel. Este agricultor, hoy en plena faena de recolección, denuncia el poco reconocimiento que el arroz hellinero tiene fuera de la comarca. Pertecer a la Denominación de Origen Calasparra lastra, en este caso, la imagen de un "producto estrella".
Así también lo entiende Julián Martínez, secretario provincia de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), recordando que, pese a nutrir en buena cantidad a la DO calasparreña, no entra dentro de las candidaturas de los Premios Gran Selección, organizados por la Junta de Comunidades para la promoción de los productos agroalimentarios de la región.
Sin embargo, no es la falta de promoción lo que afecta a una producción a medio camino entre Albacete y Murcia. La circunstancia geográfica, del mismo modo que ayuda a la calidad del grano, perjudica a los agricultores en los precios que reciben. "Lo peor que tenemos son los precios: muy bajos", explica Pascual García. Según este agricultor, la falta de un molino arrocero en la provincia les obliga a desplazar su mercancía a Valencia o a Calasparra.
Mientra tanto, los arroceros murcianos disponen de una cooperativa, la Virgen de la Esperanza, que les ampara en cuestión de rentabilidad del producto. "Allí les sacan más rendimiento", señala a la vez que reconoce que él traslada su producción al molino de Juan Haro, también en Calasparra, donde los precios bajan para competir con el resto del mercado. La falta de un molino arrocero en Hellín ya fue estudiada en la anterior legislatura donde el entonces Equipo de Gobierno socialista iba a promover su construcción para beneficio de los arroceros de la zona. Con las elecciones, su reclamación cayó en saco roto.

Menos producción
Todavía en plena cosecha, se estima que la producción se vea reducida un 10% respecto al pasado año. Y todo, teniendo en cuenta que el aprovechamiento de las hectáreas arroceras para el cultivo de las dos principales variedades, Bomba y Balillax Sollana, es en la actualidad del 50%. "Este año hemos sembrado bastante menos. Aquí se han llegado sacar cinco millones de kilos y nos conformaríamos si éste alcanzamos los dos millones", explica un apesadumbrado Miguel.
En términos de dimensiones, si la zona ofrece una capacidad de entre 500 y 700 hectáreas, en los últimos años se vienen cultivando unas 200. "Se opta por las hortalizas, el trigo o el maíz, por la escasa rentabilidad", explica Julián Martínez. De hecho, como señala Miguel, la producción de arroz no da, en algunas ocasiones, para cubrir los costes: "El precio de este año oscila entre 28 y 30 céntimos por cada kilo y cultivarlo nos cuesta 30 céntimos por kilo. Para eso, no compensa el trabajo realizado".
Más complicada es la situación cuando se trata del arroz Bomba. "El Bomba es un producto caro, pero con la crisis su demanda ha bajado. Por un kilo de esta variedad se venden cinco o seis de otras de peor calidad", explica Miguel. A ello, se añaden las dificultades para cultivarlo. "El rendimiento es menor y más dificultoso ya que se ve expuesto a numerosas plagas", señala por otro lado Pascual.
Además, otro elemento está comenzado a preocupar a los arroceros de la zona: la presencia de jabalíes. "Tenemos una plaga", explica el arrocero, señalando a que su presencia en los arrozales del valle ha provocado ya daños de entre el 20 y el 30% de la producción. Un hecho que vuelve a poner en desventaja a la zona de Hellín, frente a Calasparra o Moratalla, ante la libertad con la que se mueven estos animales en cultivos alejados de los núcleos urbanos.

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